Siempre que hablamos de espacios públicos, podemos referirnos a dos tipos, espacios públicos como instituciones, y espacios públicos abiertos.
Los espacion públicos, podíamos definirlos como lugares de tránsito, de relaciones sociales, de intercambio, transmisión, ocio, espacios de todos y para todos, ya que todos podemos acceder libremente a ellos, aunque también presenten restricciones.
En las ciudades, estos espacios pueden llegar a tener un gran potencial, y a conseguir que sean lugares de relación y de encuentro como se decía anteriormente. Sin embargo, hay ciudades en las que esto no pasa, si no que pasa todo lo contrario, ciudades que lo impiden o lo dificultan.
Es por ello, que los espacios públicos, los equipamientos, deberían ser pensados de tal manera que no favorecieran la exclusión, la guetización, ya que esto hace que diferentes zonas se conviertan en problemáticas y favorece también el "no encuentro" de todos los ciudadanos. De este modo, la ciudad debería ser planificada y pensada desde las actividades de la vida cotidiana de las personas que la ocupan, los espacios tendrían que ser aptos para que se dé el encuentro con todos los ciudadanos de tal manera que si no fuera por ellos, nunca e habrían encontrado.
El espacio público, además es un gran elemento educativo, ya que sin pretenderlo, en él aprendemos. De pequeños se convierte en nuestra segunda casa, en él nos encontramos con los amigos, jugamos, imaginamos y lo convertimos y transformamos en aquello que nuestra mente quiera. Vivimos experiencias que empiezan a marcarnos y nos hacen comportarnos de una manera u otra, ya sea desde aprender a cómo cruzar una calle, a cómo comportarnos cuando un anciano va cargado de bolsas, para qué hay papeleras en las calles...No queremos decir que el espacio público sea el espacio educativo por excelencia, pero sí es el reflejo de los ciudadanos y de su comportamiento, y de él pueden aprenderse formas de relacionarse y comportarse, mediante la observación.
El espacio público, además es un gran elemento educativo, ya que sin pretenderlo, en él aprendemos. De pequeños se convierte en nuestra segunda casa, en él nos encontramos con los amigos, jugamos, imaginamos y lo convertimos y transformamos en aquello que nuestra mente quiera. Vivimos experiencias que empiezan a marcarnos y nos hacen comportarnos de una manera u otra, ya sea desde aprender a cómo cruzar una calle, a cómo comportarnos cuando un anciano va cargado de bolsas, para qué hay papeleras en las calles...No queremos decir que el espacio público sea el espacio educativo por excelencia, pero sí es el reflejo de los ciudadanos y de su comportamiento, y de él pueden aprenderse formas de relacionarse y comportarse, mediante la observación.
Por todo ello, deberíamos promover espacios públicos de todos y para todos, espacios que unan y no que segreguen por edades, sexos, nacionalidades...Es un deber de todos el construir espacios públicos que favorezcan la pertenencia de las personas, espacios en los que las personas se sientan bien y los sientan suyos, espacios en los que prime la amabilidad y el civismo, espacios que cuenten historias, de la ciudad y de lo que en ella pasa, en definitiva, espacios de aprendizaje accidental de la vida social, las relaciones, las formas de convivencia, para con todo ello conseguir el bienestar ciudadano y la calidad de la ciudad.
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